Gota de agua


Por el borde de esta carretera
camina hecha un ovillo,
la dama sin saber a dónde,
como gota de agua, desnuda,
a punto de volverse escarcha,
colgada muerta de aquel árbol,
al que el otoño deshojó,
haciendo alarde de oscura soledad,
temiendo en silencio lo que está por venir,
temiendo las manos que ella misma cosió,
anhelando esa condena que ella misma acarició.

ANA: Carla HUGO: Carlos


Las cosas son como son, inertes, quietas, están colocadas cada una en el sitio donde las ponemos y punto. Las personas cambiamos, pero seguimos siendo las mismas, Ana sigue siendo Ana y Hugo sigue siendo Hugo, una Ana o un Hugo marcados por el tiempo, por el trabajo, las horas pasadas en el metro, o los gin tonics de los sábados por la noche, pero siguen siendo ellos y se siguen reconociendo delante del espejo, o eso creo. Por que yo un día me levante, y conforme iba avanzando hacía el baño después de amanecer en mi cama, en mi casa, frente a mi ventana inerte, sabía que algo había cambiado, sabía que ya no era Ana, y lo realmente preocupante era que no sabía como rescatar a aquella Ana perdida. Pensé que Hugo se daría cuenta solo con verme, pensé que sabría perfectamente que yo ya no era Ana, pero sorprendentemente no hubo nada fuera de lo normal. Se levanto, fue a preparar un aburrido café en nuestra triste cafetera, me hablo aburridamente como cada día y me despidió con un inerte beso para ir a su monótono trabajo.

Nuestra vida era aburguesada y aburrida, pero esa ya no era la mía, por que yo ya no era Ana, me vestí emocionada por esta nueva identidad y salí a mi trabajo que ya no era aburrido por que ahora tenía que fingir que era una persona que no era, y eso era excitante. De repente, caí en la cuenta de que mi nuevo nombre era Carla, nunca había imaginado que un día me llamaría así, ni siquiera era un nombre que me llamara la atención, pero no podía elegir, alguna fuerza extraña había matado a Ana y me había convertido en Carla, esa era la realidad, me gustara o no, aunque lo cierto era que me gustaba.

El día resultó ser una experiencia increíble, todo el día fingiendo ser Ana, una persona que ya no era, tenía que imitarla con mucha cautela para que nadie se diera cuenta del cambio, así que resultó ser también agotador. Aún así cuando termine mi jornada decidí coger un autobús nuevo que me llevara a alguna lugar de Madrid que Ana no conociera, la ruta de Carla. Cuando llegue a Cuatro Vientos, barrio que Ana no había pisado en su vida, me sentí como pez en el agua, así que decidí entrar en un bar a tomarme una cerveza, una vez allí comencé a hablar con el camarero, y como este no conocía a Ana, me presenté como lo que realmente era, fue un descanso para mi, así que decidí que todos los días después del trabajo iría allí a descansar del teatro.

Cuando llegó el fin de semana se planteó para mi un nuevo reto, ya que no podría disfrutar de mi descanso diario, tendría que estar más concentrada que nunca para despistar a Hugo, que no parecía darse cuenta de nada, dudaba de si podría con todo ese trabajo, e incluso fantasee con la idea de abandonar nuestra relación para dedicarle menos tiempo a Ana y más tiempo a mi misma.


Le propuse dar un paseo, para así distraer su atención y poder descansar un rato, comenzamos a caminar calle Princesa abajo, torcimos por Conde Duque y nos adentramos en Malasaña, un barrio que no solíamos frecuentar, por eso mismo pensé que estaría más cómoda, propuse entrar en un bar de la zona, pero veía que Hugo se ponía inevitablemente nervioso, se estaba empezando a dar cuenta de que era una farsante, una usurpadora… Entramos en el bar y el camarero se acerco a nosotros con una familiaridad extraña, entonces miro a Hugo y dijo: ¡Hombre Carlos no te esperaba por aquí un sábado!



Fue entonces cuando comprendí que la vida es un circo en el que todos hacemos papeles que no nos corresponden, el sábado siguiente decidí llevar a Carlos a mi bar de Cuatro Vientos. Nunca hablamos más del tema, pero fue entonces cuando desechamos nuestra triste cafetera, para dejar paso a besos emocionantes frente a dos cafés en bares familiares de nuestros verdaderos barrios.