Teo______Naia


Aquella noche no quiso nada, se sentó delante de un folio decidida a escribirle una carta. Llevaba mucho tiempo pensando en hacerlo, esperando el momento oportuno, pero ese momento no llegaba, no por que no existiera un punto para ello en la esfera de su reloj, un punto de partida para pintar todos los deseos que en cuanto a él embadurnaban su corazón, simplemente no conocía esos deseos, solo sus consecuencias.

Se conocieron hace ya 4 años, por casualidad, o no, nadie le pidió que estuviera despierta a esas horas, ella trasnochaba por que lo necesitaba, porque el día no era suficiente para buscar todo lo que quería encontrar, nada, nunca supo lo que buscaba, solo las consecuencias de aquella búsqueda.

Por costumbre, Teo fue a la casa de amigo hilo, donde Naia pasaba la noche bebiendo e intentando mantener una conversación, aquel, fue el hilo que unió dos vidas, vidas de bucear en la búsqueda del que no encuentra. Teo apareció, eran amigos hace muchos años, pero, cosas de esta vida, nunca se habían cruzado en el mundo real, en el otro si. Naia sabía de su existencia, e irremediablemente lo había imaginado, lo había pensado más de una vez, sin querer, sin saber por qué…

Teo, vivía en un desierto donde nada era lo que parecía, desierto que se ocupaba de esconder entre árboles frondosos pintados cada mañana antes de salir al mundo real, se presentó ante Naia, alegre, amable, como quien es alegre y amable, sin mucho entusiasmo, como quién es de escarcha.

Naia ya temblaba, en estas situaciones cerraba la boca, algo inusual en ella, él nunca reparó en sus miedos, poca gente lo hizo. Observaba incomoda como sus predicciones en torno a Teo se cumplían, no por que fuera como ella lo imaginaba, sino por que ella lo representaba, lo interpretaba desde su anhelo, era un espejismo. Fue por aquel entonces cuando Naia comenzó a centrar la búsqueda de lo imposible en él, en Teo.

Como era de esperar, se volvieron a encontrar, Naia tenía tanto miedo que ni siquiera lo buscaba, quedaba quieta, como le habían enseñado de pequeña que tendría que hacer en caso de perderse.

En el siguiente encuentro Teo de escarcha, fue quién la buscó, se sintió afortunada: si te quedas quieta, lo que buscas te encuentra se decía, estuvo revoloteando toda la noche, ella deslumbrada, sintiéndose pequeña pensó haber encontrado su Tao.

El comienzo del fin.

Que me lleves contigo, que me lleves contigo…

Comenzaron poco a poco una relación singular, relación que era en sí un fin continuo. Teo atormentado y atormentando con sus mierdas, fría roca que se deshace para escapar entre los dedos de aquella chica, que se creyó entregada, pero que nunca lo fue.

Son las cosas que ocurren cuando dos personas tienen miedo, las cosas que ocurren cuando dos personas no saben de qué tienen miedo, cosas del miedo.

Violenta felicidad la de saberse inmerso en una espiral de tristeza fría, una montaña rusa abandonada, desgastada por el tiempo.

Naia por su parte intentaba inmortalizar cada segundo que pasaba con él, sufriéndolo, el final esperaba tras cualquier esquina. En cada despedida se sumergía en un océano de incertidumbre, subía por una escalera de fino cristal, que crujía a cada paso. Así, hacía nudos tan difíciles de deshacer que los abandonaba por imposibles… y cada día más fin.

Teo, encerrado, cansado de dibujar frondosos árboles, se retiraba a su tormentoso desierto, cómoda manera de no encontrarse con un reflejo que le sorprendiera, esperando, en el fondo, ser rescatado pero construyendo murallas difíciles de saltar.

Naia se sentía entregada, intentaba saltar sus muros, siempre por el lado equivocado, siempre sabiéndolo, siempre rodeada por ese aura de miedo, que le obligaba a hacer las cosas equivocadas, en momentos equivocados.

Por eso quizás no le costó tanto acabar abandonándose, sentarse a esperar viendo a través de un cristal cómo Teo se encerraba, sin siquiera querer saber si se escondía de él, de ella, o del reflejo que veía en el estanque de sus ojos, en los ojos cada día más apagados de Naia.

Tu eres el fin.

Me deshago en tus manos…

Pienso, deseo… es cansado desear un espejismo, pienso en ti, pero no eres tu, te deseo, pero no , cada día siento menos. Me mece mi tristeza, me apaga, a veces tanto, que dejo de respirar… y entonces me evaporo, me elevo y siento que ese es mi estado primario, me siento yo, y te voy a buscar, feliz, para compartir contigo mi alegría, para acariciarte con mis nuevas manos, ahora podremos caminar uno junto al otro… Pero tu no me ves, no me sientes, y comprendo que vives encadenado a tus recuerdos, comprendo que esos recuerdos no me comprenden, nunca me verás… Entonces vuelvo a desear, entonces me convierto en cristal, cada gota de rocío, cristal roto, cristales finos que devoran mi sentencia, cada día más pesada, cada noche menos sentencia…

Y tengo que elegir, y elijo ser vapor, para pegarme a tu piel, aunque tu no me sientas, para cuidar tu miseria, esa de la que no formo parte, para ser rocío cada mañana y despertar en las flores de tu ventana, para ser el agua que bebes… y así desde dentro, sentirte por primera vez.

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