AMAYA: El principio del fín; BRUNO: Oscuridad http://zonaliteratura.com.ar/?page_id=895



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AMAYA: El principio del Fin

BRUNO: Oscuridad

Esa mañana Amaya se levantó con las manos más frías de lo normal, y se preguntó, si se estaría convirtiendo ya, del todo, en un bloque de hielo. Recogió sus cosas rápidamente, se tomó un paracetamol y salió de aquella casa, que nunca le terminó de gustar, entre otras cosas, por el frío que salía de las grietas de las baldosas, y por que el aire se condensaba en los cristales de tal manera que le daba la impresión que iba acabar ahogada entre agua de gemidos.

Pasó por la misma calle, que siempre miraba con melancolía, intentando encontrar algún rastro de la noche anterior que le derritiera el hielo que iba avanzando por todo su cuerpo pero no había ni rastro, aquello no había pasado.

Se dirigió a su coche, y como todas las mañanas, sabía de memoria los pasos que había de dar, pero algo había cambiado y las cosas ya no estaban donde debían estar, siempre guardaba las llaves del coche metódicamente en el bolsillo derecho del bolso y esa mañana estaban en su pantalón, el disco de Radiohead que escuchaba de manera obsesiva una y otra vez ya no se estaba puesto, ahora en cambio tenía uno que ni siquiera conocía, una música balcánica que nunca le gustó.

Pensó que tenía tiempo de pasar por su casa, antes del trabajo, tomarse un café y pensar un poco en el porqué de aquella sensación tan extraña. No sabía a que podía deberse, nunca se quedaba con buen sabor de boca después de dormir con Bruno, pero ese día se sentía más vacía de lo normal. Bruno era un una persona extraña y oscura, que propiciaba sentimientos de toda clase, a veces le daba pena, era una persona atormentada, en otras ocasiones llegaba a darle miedo, lo poco que lo conocía después de tanto tiempo, pero se sentía sola y cuando estaban juntos, él le hacía sonreír.

Llegó a su casa con tiempo suficiente, llenó la bañera puso, su disco de Radiohead y se metió dentro con un café y un cigarro de liar. Al meter el primer dedo del pié sintió que todo el hielo que tenía en el cuerpo amenazaba con derrumbarse, con esa, la primera sensación placentera de todo el día, se metió de lleno en el agua, encendió su cigarro, y comenzó la procesión. – Bruno… Bruno de escarcha, que poco dura el calor que desprendes, que efímero es tu cielo, Bruno, que solo quieres desaparecer en la oscuridad, que te resbalas entre mis manos, para irte a lugares donde yo no puedo entrar, Bruno, por que tu nombre es oscuro, como lo que te rodea, y yo te rodeo Bruno, y en hielo me convierto, cada día que pasa, tu granizo me inunda y me amorata la piel con sus golpes, Bruno…

Y así relatando, Amaya se convirtió en estatua de hielo, que encontrarán mucho tiempo después en la bañera de su solitaria casa… Nunca nadie sabrá de Bruno, pero vivirá eternamente, como una barra de hielo que se deshace para hacerse charco y más tarde condensarse en las ventanas de algún lugar habitado por amantes.

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