CELESTE: Habitante del Cielo OTÓN: Montaña


CELESTE: Habitante del Cielo.

OTÓN: Montaña

Atardeció en aquella playa solitaria en la que estaban solitariamente juntos Celeste y Otón.

Celeste decidió dormir allí aquella noche, no tenía otros planes y prefería estar cerca del mar, que en aquella pequeña ciudad, a la que el destino le había llevado, y en la que sentía que se ahogaba de tristeza. Le gustaba la soledad, mirar el cielo mientras escuchaba las olas, sentir el sol calentando su pelo por la mañana, el primer baño, cuando más caliente está el mar, guardar el gran saco de dormir su pequeña funda, hacer té con restos de agua que el termo guarda aún caliente, rancia.

En aquel momento pensó que hacía tiempo que no se sentía tan tranquila, sola, fuerte, pulcra, al calor del poco Sol que en el cielo todavía brillaba, había dejado de contar los días que faltaban para que algo pasara, algo, nunca sabía lo que tenía que pasar, pero siempre esperaba algo que no llegaba, esa tarde por un momento, dejó de tener aquella sensación, comenzó a desear una línea horizontal, línea continua, línea recta, sin cortes, línea serena de vida y de muerte.

Otón, al que todos llaman Oto, se encontraba en la misma playa, en el mismo atardecer, bajo el mismo cielo, esperando desesperado la llegada de la Luna, esperando que algo calmara su sed. Oto esperaba, como esperaba Celeste, pero ya Celeste abandonó la espera, Oto no, él ansiaba decir cosas que no podía, ansiaba que las olas trajeran lo que él no era capaz de ir a buscar, por eso Oto nunca ofrecía nada, Oto no podía amar, no sabía amar, Oto de espuma, que desaparece entre las aguas, Oto que no sabe mirar su cielo, que quiere soledad, no mostrarse, Oto invisible, pero ansioso, por querer mostrarse, por querer ser otro.

Celeste tranquila, observaba a Oto en fuego, lo observaba desde la altura de su cielo cálido y suave, decidió acercarse, para compartir soledad. Celeste libre, Celeste natural, se sentó a su lado y le contó la maravilla que era para ella dormir en la playa, dormir bajo el cielo, bajo la luna, que como si de acuarela estuviera pintada, se transformaba por segundos, pero Oto negro, no entendía nada, por que él huía, deseaba la noche por que escapaba del día, deseaba el día por que huía de la Luna.

Celeste luz, Celeste compasiva, acarició su piel, besó su cara, sus manos, abrazó su cuerpo, Oto desde la azotea del Cielo Celeste, se asomó a su propia mentira, mentira sin sentido, mentira pequeña pero grande, mentira de sueños de ser lo que no se es, mentira de pesadilla, mentira oscura de blanca Luna, mentira de días tristes, mentira de pocas alegrías.

Al amanecer Celeste habitante del Cielo, se levantó sola, Otón de Luna blanca, no estaba con ella, por que Otón ya no era ella, Celeste Otón, Celeste oscura, se había deshecho en la espuma de las olas, Celeste ahora era libre, era línea recta de sosiego, era su propia vida.

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